miércoles, 14 de noviembre de 2007

Defensa de la esgrima deportiva.

Desde hace unos cinco años ha venido revolucionándose el mundo de la esgrima con la aparición de una nueva modalidad, de un nuevo estilo de esgrima: la esgrima tradicional y antigua.

Ésto ha llevado a la necesidad de contraponerla con la esgrima deportiva que ha sido, en mi opinión, algo menospreciada, incluso por sus propios deportistas. A reglón de esta situación, paso a copiar un post que publiqué en un foro de una tienda de material de esgrima antigua con mi opinión al respecto. Espero que os guste.

Queridos amigos míos (me permito llamarles así por el hecho de compartir con ustedes una pasión, cada uno desde su experiencia y su forma de ser, espero que no les moleste):

Quisiera romper una lanza en favor de la esgrima deportiva, ya que es una de las razones que permiten que hoy compartamos este intercambio de razonamientos, instructivo, apasionante y correcto. Y quisiera hacerlo porque me parece sentir una especie de sentimiento despectivo, respetuoso pero despectivo, hacia la misma en el momento en que se compara con la esgrima tradicional o con la esgrima antigua. Y ello me parece inapropiado y muy poco respetuoso de lo que yo siento que la esgrima es.

Voy a ello. Pongo mi corazón en mis dedos, que estos sean capaces de expresar mi sentimiento. Dejo a un lado los conocimientos, las opiniones y me limito a intentar poner por escrito lo que siento. Empuñar un arma, ya sea una espada, florete o sable, delante de un adversario y decidir cuál de los dos es el mejor es una experiencia única. Hasta hace relativamente poco tiempo, he tenido que vivirla desde el lado de la esgrima deportiva, ya que mi contacto con la esgrima antigua acaba de cumplir su primer añito. Y por ello, por todo el tiempo que llevo practicando esgrima deportiva, es que me veo impelido a escribir estas líneas para ustedes.

Qué importa que el combate que se lleva a cabo sea “simulado”. Qué importa que la espada pese sólo 750 gramos, que no pueda cortar, que tengamos que desplazarnos en línea recta, que el aparato sea el juez de mis tocados –con todo lo que ello conlleva-, que exista el tocado doble o simultáneo, qué importa. Cuando se practica un deporte asumimos sus reglas e intentamos ser el mejor con esas reglas, llevando nuestras acciones hasta el mismo extremo de ellas, estirando sus límites para vencer respetándolas y vulnerándolas al mismo tiempo.

Cuando estoy ante mi compañero o mi adversario la esgrima me proporciona una sensación de abstracción única en mi vida. Cuando estoy en combate, nada más importa. Por el tiempo que dure el combate desaparece de mi mente, y, por ende, de mi vida, todo lo demás. Ya no hay enfermedad, ya no hay revisiones médicas. Ya no hay hipotecas ni seguros de automóvil a pagar. Tampoco problemas laborales ni de ninguna otra clase. En un combate sólo existe la esgrima. Y la esgrima, amigos míos, es mi pasión.

Lleva en mi vida como cerca de… ¿Quince años? ¿Dieciocho? Y ya forma parte de ella. Les confieso que si junto todas las horas que he tenido la suerte de practicarla bajo la tutela de un Maestro de Armas quizás no lleguen a sumar seis meses. El resto ha sido sacrificio mezclado con ilusión, esfuerzo con pasión, y una suma de sensaciones tan dispares que ni vienen al caso ni las podría referir por miedo a aburrirles a ustedes. Soy, a la fuerza, autodidacta. Soy, a la fuerza, mejor entrenador que tirador, ya que yo he suplido esa falta de profesorado asumiendo esa responsabilidad frente a mis compañeros. Y me duele que se critique tan duramente a una disciplina que ha sido mi vida.

Por eso les ruego que no le den excesiva importancia a los defectos que la esgrima deportiva tiene. Considérenla como lo que es: una hija de la esgrima clásica, una nieta de la esgrima antigua. Y una hija que vive en una época distinta de la época en que su abuela o su madre triunfaron. No pierdan de vista lo que les digo: la esgrima deportiva es como es porque vive en nuestros días. Podría mejorarse, desde luego. Pero, ya que es la acción que más comentarios despectivos está recibiendo, intenten ustedes hacer un “flick” (coupé) en un combate, en tiempo y distancia, jugándose el todo por el todo, cuando su oponente se está lanzado a fondo o en flecha (por supuesto, ejecutando el movimiento correctamente, no como aquél tirador que ensartó nuestro gran Jaime de Alicante, reconvertido a gallego de pro). Y si son capaces, el punto, el tocado, y puede que el combate llegue a ser suyo. Y esa sensación de haber ejecutado esa acción, de haber sido capaz de tocar antes de que llegue la continuación o la contestación de nuestro adversario es impagable.

Les digo algo que quizá les sorprenda. Cuando dejo la espada deportiva y empuño la mano y media o la ropera, la sensación de plenitud es la misma. Sólo cambian las reglas. En combate, vuelvo a sentir esa abstracción de la que arriba hablábamos. De una forma u otra, lo que yo siento, lo que yo practico, señores, es esgrima.

Nada más. Nada menos. Esgrima.

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